Hay una cita de Shakespeare de la que muchos abusan:“Matemos a todos los abogados, eso es lo primero que debemos hacer”.
Se halla en el acto IV, escena segunda, de la segunda parte de El Rey Enrique VI.
Me encuentro la cita en demasiadas partes; incluso en despachos de abogados. En muestra, por otra parte, del buen humor de esta profesión, de su capacidad de soportar la crítica, de su liberalismo, bien entendido.
No voy a asumir la severidad del magistrado anglosajón que, al aconsejar a su nieto, a punto de iniciar sus estudios de derecho, le sugirió que nunca contase ni celebrase “chistes de abogados”, por respeto a la dignidad e importancia de la que iba a ser su profesión. Yo, por el contrario, entiendo el humor como ejercicio de libertad y humanidad. Al Quijote, por ejemplo, me remito.
Pero, por prurito de precisión, tal vez merezca la pena ubicar certeramente la cita de brutal humor anti-abogados: ¿quién y por qué quería nada menos que matar a todos los abogados?
Pues Dick the Butcher, un sicario (es de suponer, por el apodo, que carnicero de profesión; o tal vez simple mafioso) de un demagogo aspirante a golpista, conocido como Jack Cade. Este Cade quiere usurpar el trono del rey y, para ello, promete duros a peseta (aún no contamos con la adecuada expresión en euros) a sus secuaces. Y, así, anuncia que en Inglaterra se venderán 7 panes de medio penique, por un penique (los 7); y que será delito beber cervezas pequeñas; y que todos los bienes serán comunes, y que no habrá dinero, y que todos beberán a cuenta del nuevo rey, y vivirán como hermanos, venerándole.
¿Les suena?
Y, a continuación, es cuando Paco el Carnicero dice eso de “¡Lo primero que haremos será matar a todos los abogados!
Y Dick el Golpista le contesta que, desde luego, es lo que pretende hacer. Porque considera lamentable que la piel de un pobre cordero se convierta en pergamino y que el pergamino, una vez escrito, “acabe con un hombre” (undo a man).“Algunos dicen que la abeja pica; pero yo digo que lo malo de la abeja es la cera, porque una vez la sellé a una cosa, y ya nunca más fui libre" (mine own man).
Es decir, firmó un contrato y limitó su libertad. Por eso quiere romper con el poder establecido, y actuar a su arbitrio. Matando, claro, a todos los abogados, empeñados en luchar por “esos sabios constreñimientos que hacen libres a los hombres”.
Así que, cuando volváis a escuchar, o leer, esa frase de Shakespeare, sentíos orgullosos. Sois un rompeolas contra el despotismo.
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